Encontrar/te/me/los

aquellos artilugios que se amarran de tu cuello e impiden el paso del aire: esas cartas que aprisionan manchas de tinta, producto de lágrimas caídas; fotografías que por miedo a olvidar, nunca fueron desechadas, pero que entierran sus espinas cuando están a la vista e incluso aquellos que no se guardan en cajones o en una caja en el fondo del clóset. Ésos son los peores: los que se esconden en la memoria. Porque también se puede buscar entre los recuerdos, selectivamente. Pero, a veces, también se encuentran momentos que inútilmente se intentó tragar; ojos que, como resguardados detrás de cristal líquido, devolvieron la mirada e, incluso, sonrisas y flores que alguna vez tuvieron el colorido perfecto y el aroma más vivo de la eternidad.
Sí, encontrar puede ser doloroso. Encontrar puede arder, como si con vidrio roto fueran lavadas las manos. No insinúo nada: sólo comento.