Déjame

Él me ama, me abraza, me persigue; yo lo odio, lo detesto y descubrí que no me es fiel. Supe que lleva vidas múltiples -ni siquiera doble, el bastardo- y que es genuino en todos los escenarios. Su corazón es como el ébano, como un suspiro es su voz. Sus ojos, como si cubiertos por la niebla, te marean, te confunden, se roban toda paz.
Con pasos presurosos se acerca, se acordó de mí. Como el increscendo en una pieza musical acompañado de una brisa helada, me eriza la piel y se sitúa allí, por sobre mi hombro y se aferra con fuerza; mis manos tiemblan y mis pies se paralizan. Hasta que el desgraciado decide irse; se va a otras moradas, pero siempre deja una de sus innumerables sogas encadenando mi cintura.
Con pasos presurosos se acerca, se acordó de mí. Como el increscendo en una pieza musical acompañado de una brisa helada, me eriza la piel y se sitúa allí, por sobre mi hombro y se aferra con fuerza; mis manos tiemblan y mis pies se paralizan. Hasta que el desgraciado decide irse; se va a otras moradas, pero siempre deja una de sus innumerables sogas encadenando mi cintura.